Historias de terror, sucesos o seres sobrenaturales, fantasmas y otros seres fantásticos están presentes en la literatura desde sus orígenes, pero durante los siglos XVIII y XIX los relatos de seres y circunstancias extra naturales se convirtieron en un subgénero claramente diferenciado. Espíritus regresando de su tumba para vengarse, resultaban aterradores tan sólo por introducir un matiz de duda sobre su existencia. La posibilidad de que no sean reales, o que sean apariciones del demonio en lugar de auténticos espíritus, confiere dinamismo y energía a la acción. El elemento sobrenatural puede ser un esqueleto en un armario o un misterioso acontecimiento del pasado aún sin resolver. El escenario típico es un castillo remoto y medieval o un cementerio en un paisaje desolado e inhóspito.
Un clásico de este género es Otra vuelta de tuerca, considerada la mejor novela de fantasmas jamás escrita, produciendo incluso en los espíritus más escépticos frente a lo sobrenatural, una sensación de horror más intensa, profunda y duradera. Una institutriz es contratada para cuidar de unos niños, mas tiene la certeza de que ellos son perseguidos por los espíritus malignos de un anciano criado y la anterior institutriz, y se apresta a defenderlos, y ahí se desatan los trágicos acontecimientos. Estos personajes viven una atmósfera de pesadilla. El título se deriva del hecho de que la presencia de un niño en una historia de este género constituye una vuelta de tuerca, es decir, un aumento del horror, y dado que aquí aparecen dos niños, el efecto es una doble vuelta de tuerca.
Esta novela es un prodigio de construcción e inteligencia, con una incesante progresión en el clima de horror, y constituye una trampa de la que ningún lector puede escapar, ya que en esta obra entran en juego fantasmas reales y quien se atreva a negar que son reales se adentran en horrores mayores, admitiendo a otros fantasmas aún más terribles que pueblan infiernos inimaginables que acechan a nuestro espíritu.