Toda obra maestra tiene múltiples lecturas y en este caso, la parábola evangélica se desarrolla con la consabida libertad de interpretación, pero sin abandonar el tema principal. Gide revive cada uno de los personajes: al padre, a la madre, al primogénito, al pródigo y al hermano menor. De esta manera el autor nos deja ver cómo el hijo pródigo abandona la casa paterna en busca de libertad y felicidad, sin encontrarla, incluso sin poder conservar la embriaguez que podía sustituir y saciar la sed de su alma. Al regresar a casa derrotado y desolado, su padre lo recibe efusivamente, no así el hermano mayor que ha llevado una vida ejemplar, no faltando a sus deberes.
El hijo pródigo, después de la fiesta con que es recibido, entabla cuatro graves coloquios con cada uno de sus familiares, en cada conversación su historia es examinada desde distintos puntos de vista. Su anciano padre lo comprende en vez de reprocharlo, en cambio el hermano mayor es más rígido y lo cuestiona, cosa que irrita al pródigo y lo llena de dudas, pero encuentra el consuelo de su madre al confesarle éste que su regreso se debe a que no encontró la anhelada libertad, más tarde se encontrará con su hermano menor quien ha decidido partir, intentando conseguir lo que el pródigo no consiguió, ¿será más fuerte parte lograrlo?