A juicio de Richard Ellmann, biógrafo de Joyce y editor inglés de las Cartas, éstas exigen respeto por su intensidad y sinceridad y porque cumple la confesada determinación de Joyce: expresar todo lo que pensaba. Espero que los lectores no se desconcertarán con ellas sino que reconocerán su valor como una manifestación extrema de Joyce y acaso como una extrema manifestación humana. Y prosigue: Sinceras como son estas cartas, su psicología fácilmente puede ser malentendidas. Su objetivo fue lograr satisfacción sexual e inspirarla a Nora, y por momentos se adhieren voluntariamente a algunas particularidades de conducta que pueden ser técnicamente consideradas perversas. Muestran indicios de fetichismo, analidad, paranoia y masoquismo, pero antes de confinar a Joyce en tales categorías y consignarlo a su tiranía, debemos recordar que en su obra fue capaz de ridiculizarla como engaños de Circe y convertirlas en rutinas de teatro de revista. Además, las cartas refutan esas obvias etiquetas por su propósito ulterior: a parte del objetivo físico inmediato, Joyce se propone hacer la anatomía, reconstrucción y cristalización del amor.