La Segunda Guerra Mundial es uno de los eventos que más cicatrices dejó en la sociedad del siglo XX.
La mitad de Europa fue invadida por el gobierno nazi que sembraba miedo al dominar capitales estratégicas y su ideología empezaba a permear en otros gobiernos.
Durante esta cruel etapa, en Paris, ciudad vapuleada e invadida por el ejército germano, el arte florecía en todos los ámbitos. En el aspecto literario, el existencialismo dominaba la escena con autores como Albert Camus o Jean Paul Sartre.
Dentro del catálogo de escritores francés destaco uno que por su mundialmente famoso Principito es, hasta ahora, uno de los máximos exponentes de la literatura gala: Antoine de Saint-Exupéry, escritor de Cartas a un rehén, que es más que un ensayo filosófico, es la narración desgarradora de un piloto a su país, rehén de las manos del nazismo.
Esta epístola, dirigida a León Werth, amigo de Saint-Exupéry, preso del ejército nazi, puede leerse como la contraparte del El principito, el cual está dedicado al mismo Werth.
Carta a un rehén es un documento histórico en donde la devastación y humillación se ve de manera filosófica. Saint-Exupéry hereda un texto cruel, pero con el peso de su pensamiento y su eterna luz de estrella.