En Ibsen encontramos un genial innovador teatral que escribió un drama diferente de los tipos tradicionales, no sólo en los temas sino también en la técnica. La despiadada luz que proyectó en la mala conciencia de sus contemporáneos brilla todavía con un fulgor que apenas palidece con el tiempo. En 1879 le da fama mundial el estreno de Casa de muñecas, y despierta tan encendidas polémicas en el mundo escandinavo que tiene que prohibirse su discusión. El personaje de Nora encarna una especie de momento auroral del feminismo: vivir según una nueva autonomía es la necesidad que se le impone, desde el momento en que ha comprobado que para su marido y para el mundo ella no es más que una fútil y graciosa muñeca.