Desde el punto de vista de Sartre, lo más existencial del ser humano se manifiesta en la experiencia vivida, y lo más parecido a la vida es precisamente el teatro. Más que la ficción novelística o la densa filosofía sartreana, la paradoja del vivir y la descarnada libertad que postula el existencialismo se revela con nitidez en el escenario, donde los personajes, atrapados por el tiempo y el espacio teatral, no piensan lo que son, sino que lo ejercen, lo ejecutan, lo actúan. En la dramaturgia de Sartre prevalece el hacer, la relación objetiva y la expresión, mientras que el ser de los personajes no es más que una sugerencia que flota en el ambiente teatral y es recogida por los espectadores o lectores, quienes de esta manera completan la experiencia literaria, aportando su propia intuición creativa para generarse una experiencia vivencial trascendente.