Publicada por primera vez en 1907, en una de las clásicas ediciones de literatura inmoralista Clandestina de la época, Las once mil vergas fue primeramente consagrada como obra surrealista, allá por los años treinta, y fue elogiada como un clásico de la "literatura erótica", a principios de los sesenta cuando la literatura erótica empezó a circular entre los "connoisseurs", como consecuencia del éxito de Henry Miller.
Dentro del contexto de la obra de Apollinaire "Las Once mil vergas" puede considerarse como el texto más "premeditadamente subversivo". Si el Marqués de Sade, por medio de excesos y horrores estableció la búsqueda de un nuevo espacio moral antes de la Revolución francesa, Apollinaire, antes de la Primera Guerra Mundial.
Bajo la revelación que parte del vínculo moral, utiliza la pornografía y crea un libro de pisajes y anécdotas costumbristas que delinea el cambio del exceso como forma de llegar a la comunión de la libertad.
Los ideales tanto formales como ideológicos del Marqués, son retomados por Apollinaire.
Se ciñe a un desarrollo perfectamente conocido y asimilado, dándose aún el lijo de citar referencias[ "Pícaras marquesas de siglo XVIII, ya conocidad en exquisitas páginas", que clarifican las intenciones del poeta...
Apollinaire en este libro presenta una de sus facetas que conformaron a un escritor del cual diría Bretón: "La fórmula de su escritura es la pureza libre, palabras que confieren sinnúmero de significados pero que evocan y ubican la literatura del poeta".
Nuca, sin embargo, ha llegado a formar parte de los clásicos de la literatura gay, lo que sin duda resulta asombroso, tanto por parte de los gustadores heterosexuales del genero erótico, que nunca se han sentido molestos por ese más del cincuenta por ciento de combinaciones homosexuales que colman la novela, como por parte de los arqueólogos de lo gay, que nunca han intentado recuperar una novela cuya sensibilidad muy poco tiene de heterosexual, ni siquiera sea en el más perverso de los sentidos. Tal vez la abundante circulación de mujeres en la obra haya confundido por igual a unos y a otros, por más que quede bien claro desde un principio que el protagonista se deja sodomizar de manera normal por su ayuda de cámara, el bien dotado Cornabouex, y solo logra ponerse en forma cada mañana, una vez ha sido debidamente enculado por el manicura, el peluquero y unos cuantos asistentes más.