En él revivían instintos hace tiempo desaparecidos. Se despojó de la domesticidad de generaciones. Aparecieron vagos recuerdos ancestrales de los orígenes de la raza, de la época en que las manadas de perros salvajes deambulaban por los bosques primitivos y devoraban sus presas según les daban caza. En vano se esforzaba Buck por clavar los dientes en el pescuezo del gran perro blanco. Chocaban los colmillos, sangraban los cortes en los labios, sin que Buck consiguiera abrir un resquicio en la defensa de su enemigo.