Como ocurre con los grandes clásicos de la literatura, El Gran Gatsby nos ofrece una multiplicidad de lecturas. Por un lado, refleja el furor y la problemática de un momento crucial en la historia de Estados Unidos: los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial y precedieron a la Gran Depresión del 29. Por otro lado, nos ofrece una crítica al sueño americano, retrato del desencanto de una generación frívola y aburrida de sí misma. Cuando termina su obra, Francis Scott Fitzgerald le escribió desde Europa a su editor "He escrito la mejor novela de los Estados Unidos de América", y en efecto, es una obra maestra que fue celebrada desde el momento de su aparición en 1925, por autores como T. S. Elliot, Edith Wharton, o Gertrude Stein. Como apunta Harold Bloom: "El gran Gatsby tiene pocos rivales como la gran novela americana del siglo XX. Al volver a leerla, una vez más, siempre hay una reacción de renovado placer".