-Ucrania no es un burdel- fue el grito de ira y de guerra escupido por las Femen cuando los mandarines del fútbol viajaban al este para celebrar un campeonato y las destrezas copulativas de las jóvenes locales. Ése fue el exabrupto que atravesó fronteras a pecho descubierto para dilatarse hacia otras esquinas de la miseria humana. Una epidemia que ha profanado incluso la residencia de la soberanía española, donde unas irreverentes reclamaron la propiedad privada de los cuerpos que exhibían.
Desde sus perplejas conjeturas iniciales, Inna, Sasha, Oksana y Anna han ido construyendo un feminismo tajante, rabioso y espectacular que rebasa los límites de la moral masculina para arrojar también sus maldiciones sobre la pobreza, la explotación, el despotismo o las iglesias (todas). Ese activismo les ha valido palos, encierros, prohibiciones y censuras consternadas, pero las chicas de Femen siempre han contado con el escudo de una formidable cobertura mediática. En este libro explican cómo y por qué han llegado a una conclusión tan desnuda.