La vida sexual se compone de uniones pero no todas ellas son un acontecimiento. Cuando una de ellas es decisiva,incluye un elemento de imprevisibilidad que constituye la fuente misma de su importancia. El trastorno provocado por el deseo a una persona que parece tener el poder de hacernos existir al hacernos disfrutar, es un proceso complejo, o mejor dicho, irracional porque es inmanejable: otorgar importancia desproporcionada a ciertos detalles, disimetría de las expectativas de los involucrados, falta de congruencia del deseo sexual y del amor.
Sin embargo, el dispositivo que ha establecido el psicoanálisis facilita la comprensión de cómo este requisito es positivo. La forma en que la vida sexual se transpone, por lo que se llama transferencia, favorece todo lo que, en el amor sexual, es la insuficiencia, la asimetría. Sin embargo, el analista es un desconocido en un modo diferente de la pareja romántica, y esta transposición libera para sí estos factores de desproporción, hace efectivos y, por lo tanto, creativos los factores contiguos a una unión.
Mediante este enfoque original del contingente en la vida sexual, el psicoanálisis es un campo de experiencia para una filosofía del evento. ¿Cómo puede ser la contingencia, gracias al hecho de que ocurre en situaciones específicas, una palanca para la transformación? Lo importante para un encuentro, ¿es el descanso que crea o la novedad que produce? Y, en la contingencia de la sexuación, ¿la diferencia en relación con lo necesario se deriva de una lógica como pensaba Lacan?
La vida sexual, como la llama la situación analítica, es el laboratorio de una nueva contingencia.