El gran vicario Putin se puso, como suele, los calzones y enarbolando la razón de Estado decidió apagar la música a toque de corneta (con la inestimable colaboración, naturalmente, de ese poder que llaman judicial): tres de las insurgentes detenidas in situ fueron acusadas de horribles delitos; las dos más contumaces siguen purgando su osadía en una cárcel esteparia. Pero el segundo mandamiento es inmisericorde, y la autoridad competente que había pronunciado el nombre de Dios en vano halló en su pecado la penitencia: un inmenso coro de voces consternadas clamó de profundis para afearle su conducta. Por mucho que oculten las orejas en cumbres lejanas (e internacionales), los popes y sus centuriones no consiguen desoír el estruendo. Ese alboroto es este libro. Aquí se reúnen canciones, poemas, artículos y otros textos significativos de las vulvas sublevadas junto con las turbulencias aportadas por personajes tan ilustres como Yoko Ono, Bianca Jagger o Vivian Goldman. Se trata de un material heterogéneo que nos proporciona la estampa de una batalla contemporánea en defensa de las libertades civiles. La guerra no ha terminado y también se libra en nuestras páginas.