Esta novela, a ratos surrealista, trata sobre la alineación, la burocracia y de la frustración, aparentemente interminable, de un hombre que se opone al sistema, reflejando la incapacidad del ser humano ante fuerzas desconocidas que le sobrepasan y escapan a su control. El protagonista, un hombre conocido sólo como K., llega a trabajar como agrimensor a un pueblo gobernado por un mítico conde que vive en un gran castillo sobre la colina. K. desea establecerse para siempre en ese lugar y ejerce su profesión, pero las dificultades con que tropieza desde un principio son más de las esperadas. Lucha constantemente para acceder a las misteriosas autoridades de ese castillo cuyos propietarios le han contratado para realizar un trabajo del que ni siquiera conoce su naturaleza. Se aloja en el pueblo vecino, a la espera de poder contactar con sus patrones, más se encuentra con un microcosmo del que no entiende las normas legales ni de comportamiento. A lo largo de la obra uno puede percibir la irracionalidad que reina en dicho microcosmo, una psicología desesperante, que trata de acercarnos a la realidad de la época en que fue escrita, donde K., ese individuo desconocido y a ratos odiado, nada puede hacer frente a un sistema que, habiendo sido creado por hombres, no tiene nada de humano. De esta manera, el castillo se revela como la sede de una monstruosa y hostil burocracia, donde innumerables cuadrillas de señores y funcionarios, jerárquicamente ordenados, mueven día a día la maquinaria de la administración del pueblo según leyes que frecuentemente ofenden la razón y la moral humanas.
En esta obra, al igual que en otras, Kafka aborda la cuestión del poder y la justicia, que constituyen dos tópicos de las múltiples facetas que permea su obra literaria , que crea seres cuya necedad no es inventiva sino mecánica, y la desvergüenza y trivialidad no se ponen en contacto con las fuerzas del instinto.