Alexis o el tratado del inútil combate es, en opinión de la crítica más cualificada, una obra mayor, aunque de breve extensión. La larga carta que Alexis dirige a su esposa, desmenuzando dolorosamente el inútil combate sostenido entre sus inclinaciones y su vocación, constituye la totalidad de estas páginas.
lexis, su personaje, escribe una larga carta a su mujer Mónica. En ella le explica por qué se ha ido de casa y le plantea todos los puntos que le han llevado a tomar esa opinión. Como excusa para recorrer sus errores y expiar su profundo sentimiento de culpa y de amargura, Alexis se confiesa, sopesa lo que es el amor, el compañerismo, la comprensión y los juegos de escondite de los convencionalismos tan rancios que siempre le han rodeado. Hijo de una familia venida a menos, músico de profesión, trata de vencer su naturaleza sexual sabiendo que su batalla está perdida de antemano (el inútil combate no es contra otro que no sea él mismo).
Escrito desde un profundo silencio, como desde otra dimensión, desde un pasado que anticipa el futuro o desde un futuro que presiente un falso pasado, Alexis nos cuenta su infancia, su madurez sexual, el sufrimiento que en un principio le provoca asumir su identidad.
Tratándose de los años 20, la autora crea un personaje lúcido y adelantado a su tiempo, al menos en materia literaria y dentro de la novela moderna. Un personaje que nunca se justifica, pero que trata de exculparse, que pasa lentamente pero de puntillas por su propia vida y que se arropa en la estética, en la elipsis y en la metáfora. Alexis es un ente, no un hombre real y Mónica, su esposa y destinataria de la carta, es el nombre de su frustración y de su culpa.
El combate es vano, como predice el título y quedándonos con el simple título nos bastaría para saber que, hoy en día, la novela es un conjunto de sesudos aforismos, de reflexiones sobre las distintas graduaciones de la pasión, las dioptrías del amor, por así decirlo. A día de hoy el tema ha deslucido, se ahogado bajo la técnica y la forma impoluta de Yourcenar, que parece inaugurar el discurso que luego sería el de Adriano en sus memorias.
Vano excusarse a uno mismo por lo que es. Perdida la batalla de enfrentarse a lo que uno quiere cuando queremos ser dos cosas al mismo tiempo. Vacío, quizá, el fondo de la novela, porque no cuenta con apoyos casi de ningún tipo, espaciales, temporales, físicos
pero se hace pie, gracias a como fluye la carta; pura estética, luces y sombras, palabras lentas y sugerentes que se disfrutan.
Marguerite Yourcenar publicó este libro en 1929. La escribió cuando tenía 24 años (claro que a los 8 años leía a Aristófanes, así que no hay de qué sorprenderse ). En 1963 revisó el libro pensando que se habría quedado desactualizado. Nada más lejos de la realidad, pronto comprendió que seguía siendo un tema que aún en los sesenta provocaba reacciones que hacían que siguiera siendo un tema de actualidad. Y qué vamos a decir de 2014, donde después de notables avances empieza a detectarse un retroceso alarmante (en este y otros muchos derechos sociales). La otra razón que hizo que Yourcenar en su revisión mantuviera el texto tal cual (excepto alguna advertencia de estilo) es que la confidencia y el combate de Alexis está unido a un momento social e histórico concreto y sobre todo está unida al carácter personal de la confesión de Alexis.