¿Es mejor soñar la vida que vivirla como quería Proust? ¿Se puede, laboriosa e infatigablemente, construir una segunda e imaginaria vida? El ajedrecesista de la Ciudadela le cuenta su minuciosa biografia a un interlocutor que no sabe quien es ni como se llama y que puede ser usted mismo o no existir. El protagonista narra su vida, real o imaginaria, delirante, o inventada y habla del destino y la locura de los grandes ajedrecistas. En la alta noche el ajedrecista juega partidas con el fantasma de Raul Capablanca y conversa con el, aunque Capablanca no le contesta. La novela , emparentada con el Capote de Gogol, Bartleby de Melville y El Doble de Dostoievski, galopa hasta su trágico final.