Como si de la magdalena proustiana se tratara, el poema de Konstantinos Kavafis, ?El sol de la tarde?, es el detonante para que se arremolinen los recuerdos y se cuente la intensa historia de esta novela, El sol de la tarde con la que Luis González de Alba cierra el ciclo iniciado con Jacob, el suplantador y continuando con Agápi mu (Amor mío) y Cielo de invierno. En primer plano, se despliega el amor ante camaradas unidos por causas políticas; corrientes visibles, en borrasca, y otras en germen, subterráneas; el descubrimiento por el hombre masculino que no deja de tener gestos de ternura viril hacia su amigo. De fondo resuena una vaga nota de azoro ante el abismo del crimen; hay puesta de sol, eclipse en varios frentes, incluido el de un estable amor golpeado. El sol de la tarde se desliza entre una generación marcada por la desolación y la tragedia, la generación, de las utopías que en los años sesenta empezó el cambio social con un acto en apariencia inocente, en los setenta creyó en la lucha armada y en los ochenta vivió en carne propia la devastación del sida. Esto es suficiente para hacer de El sol de la tarde una lectura indispensable.