Cuando de secretos de familia se trata, los terratenientes sureños prefieren la discreción.
Abigail Wetherington cree que el mal que acecha a su familia en las calles de Londres es un secreto del pasado que se ha vuelto contra ellos, como los perros que se despiertan asustados. Por eso, en el lecho de muerte suplica a su hermosa nieta Lillie que acuda a la finca de la familia en Carolina del Sur y busque la protección de una persona en la que Abigail ha depositado toda su confianza: Swain Butler. Lo que Lillie no sabe es que caerá bajo el influjo de una mujer que podría ser el mayor de todos los secretos familiares.
«Ten cuidado advierte Abigail a su nieta. Si hay que despertar a un perro dormido, más vale hablarle con delicadeza.»
D. Jackson Leigh creció descalza y feliz, nadando en los estanques de las granjas y cabalgando ponies en la Georgia rural. Su afición a la lectura fue tempranamente alentada por su abuela, una profesora de inglés que le enseñó con paciencia a resolver los crucigramas del The New York Times, y por su madre, que apuraba el escaso presupuesto familiar para comprar en el almacén del pueblo novelas de Trixie Belden y de los gemelos Bobbsey que Jackson leía hasta altas horas de la noche. Fue su pasión por escribir lo que la encaminó casualmente hacia la carrera de periodismo, y finalmente a Carolina del Norte, donde hoy en día experimenta cada noche el subidón de adrenalina de las últimas noticias y la hora de cierre. Jackson comparte su vida con su pareja de ojos azules, un inteligente Jack Russell Terrier y «la gata», que se apoderó de la casa un día en que Jackson y el perro no estaban atentos.
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