Después de más de treinta años de vida independiente, México aún buscaba una definición política que diera estabilidad al Estado y lo llevara por el camino de la paz y la prosperidad. En este contexto, la Revolución de Ayutla pareció una más de las revueltas que hubo en la primera mitad del siglo XIX. Como producto de la Revolución de Ayutla se redactó la Constitución de 1857, que definió a México como una República federal y liberal.
Ignacio M. Altamirano fue un incansable defensor de esa definición política y de sus principios constitucionales, porque según su concepción jurídica iusnaturalista, la Constitución cumplía con los requisitos de legalidad.
Este libro analiza las influencias filosóficas y jurídicas de Altamirano que justifican la legalidad de la Carta influencias que fueron compartidas por la clase política liberal de su época, y cómo la defensa de esta legalidad determinó su actuación política. Si bien sus ideales políticos no se llevaron a cabo más que parcialmente, Altamirano contribuyó en buena medida a la difusión de las ideas ilustradas y a la definición política del Estado mexicano.