Este es uno de los libros proféticos del poeta y pintor William Blake, que creó una forma de poesía única acompañada de ilustraciones. Su poesía, inspirada por visiones místicas, se encuentra entre las más originales y proféticas de la lengua inglesa, y supone el rechazo de las ideas del movimiento ilustrado a favor del romántico. Los llamados libros proféticos son extensos poemas escritos a partir de 1789, en los cuales el autor creó una compleja mitología personal e inventó sus propios personajes simbólicos, que reflejaban sus preocupaciones sociales.
El matrimonio del cielo y del infierno, escrito en un tipo de prosa que recuerda a los versículos bíblicos, es una mezcla de visiones apocalípticas y de aforismos sibilinos. Blake va más allá de los enciclopedistas, quienes proclamaban el supremo derecho del individuo a la felicidad y al placer contra el despotismo de la moral y la religión, y declara que el bien es el elemento pasivo que obedece a la razón. El mal es el activo, que nace de la energía.
Es uno de los libros fundamentales de la poesía occidental, en el que su autor plantea uno de los aspectos fundamentales de lo que se ha considerado su posición mística: los demonios y el Infierno representan las energías humanas; el Cielo significa la sumisión a restricciones fácticas, a leyes tiránicas, malas por naturaleza, pero aplicadas y observadas por los ángeles, que simbolizan el espíritu de obediencia y sumisión. La conjunción de estas dos tendencias opuestas son las que se manifiestan en el progreso humano. Justo esta posición mística es la que coloca a Blake en un punto medio entre los términos extremos: el bien y el mal. De esta manera, el bien resulta ser una metamorfosis del mal y viceversa; Dios es, a su vez, bien y mal, vida y muerte; y el hombre, un solo ser con Dios, es ambas cosas a la vez. Matrimonio del bien y del mal, de la vida y de la muerte, del Cielo y del Infierno. Según su autor sin contrarios no hay progreso, la obra incluye asimismo, los Proverbios del infierno, uno de los cuales dice: Los tigres de la cólera son más sabios que los caballos del saber.