Un destino puede ser cambiado en unos minutos. Y qué mejor escenario que la ruleta, donde reina el azar, el vértigo de un resultado imprevisto; un escenario paralelo de la hazaña amorosa, de esa apuesta que conduce el destino del protagonista de esta novela hasta la desesperación. El riesgo del juego como pulsión vital es el eje por el que circulan mordaces apreciaciones de un mundo que Dostoievski retrata con elegancia: las formas francesas afectadas, la sobriedad de los ingleses, los alemanes como testigos de un circo ruso. En el casino, las emociones se pueden comprimir en un estrecho espacio de tiempo. Difícil alejarse de ello, fácil consumirse alrededor del rojo, el negro y el cero; en el que una abuela derrocha dinero amasado por generaciones. El jugador nos acerca con delicia no sólo a la pasión del protagonista por la ruleta, sino que nos pone en contacto con un episodio notable de la vida del escritor ruso. Un clásico que ha sabido tocar con un sello inconfundible la naturaleza humana, rebasando los contornos de su propia herencia literaria. Una novela escrita en tres semanas, un dictado que conjuró una historia de amor dulce y sosegado. Paradojas de la vida, tesoros de la literatura. Mónica Lavín