Fruta verde explora la intimidad de tres personajes atraídos y enfrentados por el vértigo de lo prohibido: Germán Lugo, un joven aspirante a escritor, resentido por la traición de una novia ingrata; el dramaturgo homosexual Mauro Llamas, dispuesto a valerse de todos los ardides lícitos e ilícitos para seducirlo; y Paula Recillas, la madre de Germán, una ama de casa divorciada, cuyo rigor moral se tambalea ante las insinuaciones eróticas de un guapo adolescente.
La malicia de Mauro, la ingenua rebeldía de Germán y los escrúpulos de Paula, quien observa con angustia la telaraña tendida a su hijo, mientras resiste un asedio igualmente perturbador, se entrelazan en un preciso mecanismo de relojería literaria, regido por la estética del bolero, que oscila entre el humor y la elegía, entre la comedia y la evocación nostálgica.
Serna es autor de los libros Uno soñaba que era rey, Señorita México, Amores de segunda mano, Angeles del abismo, El seductor de la patria y El orgasmógrafo, entre otros. Ahora en Fruta verde, a partir de "elementos autobiográficos" elabora la historia ficticia de Germán Lugo, "un aprendiz de escritor muy parecido a mí cuando yo tenía 18 años, pero estructurado dentro de una trama novelesca de la que resulta un personaje bastante diferente al original".
Lo mismo pasa con los personajes que rodean al protagonista: su madre, Paula Recillas, y Mauro Llamas, un dramaturgo que corteja a Germán.
Uno podría identificar a Mauro Llamas con el fallecido dramaturgo Carlos Olmos, tu amigo en la vida real. ¿La novela es un homenaje a él?
Paula y Mauro no son personajes de la vida real con nombres cambiados, sino que se transfiguraron sustancialmente al pasar por el tamiz de la ficción. Carlos Olmos era un personaje muy complejo, yo no hice un retrato fiel de su personalidad porque le hubiera tenido que dedicar un libro entero. Igual que Paula, Mauro habita una realidad paralela que tiene ciertas similitudes con la realidad porque uno de los impulsos que tuve para escribir esta novela es el de, digamos, resucitar a los muertos más queridos de mi tzompatli, pero me di cuenta de que realmente era una tentativa imposible y opté por crear personajes de ficción.