Miles de voces en todo el mundo se levantaron denunciando el terrible genocidio perpetrado por el nazismo hacia el pueblo judío. Pero hay pocos testimonios, como el que tan fuerte y perdurable nos legara en su diario Ana Frank, el cual inició a mediados de 1942 e interrumpió el 4 de agosto de 1944, día de su detención. Ana sufrió dos años de inquietud, angustia e intranquilidad, pero también dos años viviendo intensamente cada instante como si fuera el último.