Para muchos, Altazor o el viaje en paracaídas (1931), considerado como el poema del fracaso, es la obra cumbre de Vicente Huidobro, quien figura entre los grandes poetas experimentadores de la década de 1920. Fue una clave de ese periodo, por su energía y firmeza con la que se proclamaba como el primer poeta vanguardista y por haber fundado el Creacionismo, movimiento basado en una «teoría estética general»; según este movimiento literario, el poeta debía crear un poema como la naturaleza crea un árbol.
Su respuesta a todos los movimientos de comienzos del siglo XX fue el Creacionismo, la corriente revolucionaria que concebía al poeta como un dios taumaturgo, destinado a crear un nuevo tipo de poesía que compitiera con la naturaleza en lugar de reflejarla. Este concepto constituyó el eje de su obra poética, sembrada de imágenes sorprendentes, de yuxtaposiciones efectistas y de letras con secuencias de palabras de carácter aleatorio.
Altazor es un poema autobiográfico, es un poema no del fracaso, sino sobre el fracaso, no son comentarios sobre el fracaso, sino que lo presenta en toda su inmensidad. Es el poema para el nuevo mundo de la técnica que encuentra a través de la mirada de Altazor la correspondencia de cada objeto que integra la naturaleza con cada manufactura humana. De igual modo, es la continuación de una costumbre: a cada paisaje le corresponde un sentimiento y un deseo. Uno de sus valores reside en el hecho de haber ilustrado la desmesura y la imposibilidad de la aspiración.
Uno de sus valores (y de sus riesgos, por supuesto) reside en el hecho de haber ilustrado con su escritura la desmesura y la imposibilidad de una aspiración.
La huella poética de Huidobro es influencia en las nuevas generaciones, ya que supo descubrir caminos nuevos a partir de Altazor.